MASTER
El Onix se sorprendió al ver que dos pokémon iban a por él, y a Runa pareció verlo retroceder unos milímetros, algo dubitativo. Sin embargo, ella no pensaba dejarlo escapar ni él tenía del todo la intención de huir, así que fijó sus enormes ojos en Echo. Era precisamente lo que quería Runa, puesto que el pokémon volador siguió su estrategia y usó Confusión en el Onix mientras, al mismo tiempo, lo mareaba dando vueltas, entrando y saliendo de su campo de visión con la ventaja de que, al ser más pequeño, también era más veloz.
Por otra parte, Jaspe usó Danza Dragón, con la suerte de que el Onix centraba sus esfuerzos en la Woobat. De ese modo, el Larvitar pudo fortalecerse, finalizando la primera parte de la estrategia.
Pero en ese momento, se giraron las tornas.
El Onix, algo más débil y en un estado de latente confusión, emitió un grito y elevó su cola con gran velocidad, para asestarle un fuerte Lanzarrocas a Echo. El pokémon de Runa gimió de dolor, haciendo eco por el valle y asustando a algunos Pidgeys en la lejanía. No lo había debilitado del todo, pero la Woobat apenas podía elevar el vuelo: aquel ataque tipo roca había sido demasiado para ella, no podría volver a recibir algo como eso sin debilitarse.
Eros, de rodillas en el suelo, había estado observando el combate. Tanta furia había en el Onix que no pudo evitar sentir un cosquilleo de emoción. Tras eso, notó el Lanzarrocas bajo sus manos y rodillas, como un terremoto, y de repente, un hormigueo de tierra empezó a moverse bajo sus pies.
Y el suelo se vino abajo, con Eros junto a él.
Apenas cayó a un hoyo de metro veinte de profundidad, así que la caída fue más un susto que otra cosa. Seguramente, Runa lo había visto, pero en medio de un combate dudaba que pudiera ir a echarle una mano en eso. Pero lo más importante no era eso. Lo más importante era que el chico observó que se encontraba en una madriguera (seguramente había varios túneles como esos por la zona, y que por culpa de su peso y el temblor de tierra, ese se había hundido) y que el dueño de la madriguera lo miraba con ojos incrédulos.
El pokémon se afiló las garras unas con otras, enfadado. Mientras tanto, el Onix daba vueltas sobre sí mismo, ahora sí confundido, mientras volvía a usar Lanzarrocas, fallando y no impactando sobre Echo, mientras que esta volaba con esfuerzo y Jaspe estaba listo para el combate.
Los dos chicos ni se lo habían propuesto, que ya habían puesto hechos una furia a dos pokémon de ese lado de la montaña.
El Onix se sorprendió al ver que dos pokémon iban a por él, y a Runa pareció verlo retroceder unos milímetros, algo dubitativo. Sin embargo, ella no pensaba dejarlo escapar ni él tenía del todo la intención de huir, así que fijó sus enormes ojos en Echo. Era precisamente lo que quería Runa, puesto que el pokémon volador siguió su estrategia y usó Confusión en el Onix mientras, al mismo tiempo, lo mareaba dando vueltas, entrando y saliendo de su campo de visión con la ventaja de que, al ser más pequeño, también era más veloz.
Por otra parte, Jaspe usó Danza Dragón, con la suerte de que el Onix centraba sus esfuerzos en la Woobat. De ese modo, el Larvitar pudo fortalecerse, finalizando la primera parte de la estrategia.
Pero en ese momento, se giraron las tornas.
El Onix, algo más débil y en un estado de latente confusión, emitió un grito y elevó su cola con gran velocidad, para asestarle un fuerte Lanzarrocas a Echo. El pokémon de Runa gimió de dolor, haciendo eco por el valle y asustando a algunos Pidgeys en la lejanía. No lo había debilitado del todo, pero la Woobat apenas podía elevar el vuelo: aquel ataque tipo roca había sido demasiado para ella, no podría volver a recibir algo como eso sin debilitarse.
Eros, de rodillas en el suelo, había estado observando el combate. Tanta furia había en el Onix que no pudo evitar sentir un cosquilleo de emoción. Tras eso, notó el Lanzarrocas bajo sus manos y rodillas, como un terremoto, y de repente, un hormigueo de tierra empezó a moverse bajo sus pies.
Y el suelo se vino abajo, con Eros junto a él.
Apenas cayó a un hoyo de metro veinte de profundidad, así que la caída fue más un susto que otra cosa. Seguramente, Runa lo había visto, pero en medio de un combate dudaba que pudiera ir a echarle una mano en eso. Pero lo más importante no era eso. Lo más importante era que el chico observó que se encontraba en una madriguera (seguramente había varios túneles como esos por la zona, y que por culpa de su peso y el temblor de tierra, ese se había hundido) y que el dueño de la madriguera lo miraba con ojos incrédulos.
El pokémon se afiló las garras unas con otras, enfadado. Mientras tanto, el Onix daba vueltas sobre sí mismo, ahora sí confundido, mientras volvía a usar Lanzarrocas, fallando y no impactando sobre Echo, mientras que esta volaba con esfuerzo y Jaspe estaba listo para el combate.
Los dos chicos ni se lo habían propuesto, que ya habían puesto hechos una furia a dos pokémon de ese lado de la montaña.